Llevo estudiando y trabajando a nivel redacción desde los catorce años. Con dieciséis ya intenté la autopublicación (spoiler: el resultado fue horroroso) y conforme he ido avanzando como redactor y editor, más me he apasionado por el mundo de la edición y la venta.
Puede sonar a broma, pero quienes más me convencieron de que tenía talento para vender eran mis amigos, ellos a los que tanto admiraba por dedicarse al mundo de la redacción y poder vivir de la escritura. Cuando algo me apasiona y creo firmemente en ello, no puedo parar de hablar de ese producto o servicio. Aunque hable de lo mismo, siempre acabo dándole vueltas para ver cómo convencer a X persona de que tiene que comprárselo. Un día, una amiga que ha estado bastante tiempo dedicándose al mundo de copywriting me dijo:
—Deberías dedicarte al copy, porque siempre consigues que acabe interesándome por tus malditas nuevas obsesiones.
Y, como siempre que me dice algo ella (Lori, si lees esto, un besazo), le hice caso y me lancé al vacío.
Con bañador, obviamente.